Larga vida a BBK Live

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Es, ha sido y será un ejercicio de lo más complicado el abstraerse de toda la polémica suscitada en torno al Mad Cool festival celebrado recientemente en Madrid y, realizar una crónica del BBK Live sin caer en la comparación. Y es que en Valdebebas pasó y se sufrió todo y más, suficiente para rellenar páginas y crónicas, pero no añadiría nada nuevo a lo ya comentado por lo tanto es de justicia darle un trocito de gloria a una pequeña maravilla realizada en el monte Kobetamendi, en el cielo de Bilbao.

Bien es cierto que llegar no es sencillo. Se proporcionan dos lanzaderas, San Mamés y el BEC de Barakaldo donde previamente hemos aparcado el coche en el parking oficial (12€ todo el fin de semana) y canjeado nuestras pulseras. En poco menos de 20 minutos llegamos a Kobetamendi, que no al recinto para lo cual debemos afrontar una tachuela de en torno a 1 km. de longitud aderezado de charlas, juramentos, improperios y paisanos avituallando al personal.

¿Lo primero que se hace al entrar a un festival? Recargar la pulsera, obvio. No obstante, y es de remarcar el sistema de recarga del BBK, o por lo menos el que yo, early-adopter de pro, usé. A través de la app, introduciendo nuestra tarjeta ya teníamos el dinero en la pulsera, no sin pasar antes por la taquilla de incidencias ya que, y dio problemas durante todo el fin de semana, no se terminaba de sincronizar de manera correcta. No obstante el trámite es rápido y podemos cenar al ritmo de My Bloody Valentine. ¿Que tiene de especial tu uso de la pulsera, Juanin? Ahora va! Al activar el check de recarga automática podías configurar una cantidad con la cual se te recargaría la pulsera una vez estuviera agotada. La realidad es que tras comprobar el camarero que ibas más tieso que una estaca, desde su terminal podrías lanzar esa recarga automática y pagar al momento sin perder tiempo en la caseta de recargas. A mayores, todos los gastos que se iban produciendo quedan guardados en la APP, para pensártelo de resaca o bien, descubrir que los Jagger-Bull eran dos chupitos más un Red Bull, o que aquella copa era en realidad Premium y te cpstaba 11€ en vez de 8€. ¿Resultado? Un gasto medio de 60€ por noche versus los exiguos 30€ gastados con mucha dificultad en el Madcool. Que se lo hagan mirar.

Con todo esto, el primer plato gordo del escenario principal y del festival hacía aparición, la lluvia. Y minutos más tarde, con algo de retraso sobre su horario, Romy, Oliver y Jamie: The XX. Los ingleses pueden presumir de, con solo 3 albumes, ser cabeza absolutísima de cartel y llenarte un recinto de los llamados grandes sin recurrir al canto de la vieja gloria o la reunificación. Dá la casualidad que es de esos grupos que, a todo lo más ves una vez al año en un festival y para de contar. No se prodigan por la península y su gira no ha pasado por ciudades como Madrid lo cual le daba al «bolo» del Viernes noche un aliciente más. Y eso que, con su repertorio plagado de indie tierno, electrónica de lloros y por momentos algo empalagosa y desmesurada en su romanticismo, uno se aventura a pensar que un directo, bajo la lluvia puede tornarse en desapacible. No obstante, no hay que olvidar que vienen del club y así logran facturar momentos emotivos como «Fiction» para poner la pista patas arribas con la reinterpretación en directo de «Shelter». Puedes encandilar con una versión cuasi a capella de «I Dare you» como elevarte con las idas y venidas del exito de Jamie XX «Loud Places». Al final todo termina con el abrazo que nos regala Romy y el broche de oro a un escandalosamente bien ejecutado directo: «Angels».

La lluvia haciendo mella en los ánimos mientras, al calor de la carpa y del directo ambientalmente excelso de Sophie nos secaba la ropa y el ánimo.Sorprendió que su propuesta se acercara más al dj set y no desplegara su directo corrosivo y irreverente, aun así cumplió con creces, espantando al personal deseando de ritmo más cercanos al indie y aportándonos música de fondo a los que esperabamos el escampe en busca del retorno al escenario principal donde, con retraso avisado a través de la app, los Chemical Brothers desplegaron su directo plagado de joyas atemporales y visuales de fantasía. No faltaron los gigantes robots y sus hits, los cuales enfocaron hacia la parte final de su set; No en vano terminaron el show con «Galvanize», pero a mi me sigue poniendo bien cerdo el conjunto visual con el que complementan su «I’ll See You There».

Y para todo lo demás queda Basoa y Lasai, sin duda uno de los puntos fuertes, fuertísimos del festival bilbaíno. Ya no es solo una programación de djs donde abunda la calidad (Avalon Emerson, Hunee o John Talabot han pasado por su cabina), Basoa es la quintaesencia del clubbing patrio, quizás una de las mejores zonas de baile del planeta por ubicación sonido y atmósfera. Una vez franqueas el neon que anuncia que entras al bosque de los sueños, tras pasar la barra, empiezas a atisbar lasers entre la espesura. Basoa está concebido como un recinto circular (Recuerda a Despacio). El sonido es nítido y con pegada en la zona central y ambiental en los alrededores donde el personal descansa. El humo es intenso y el laser morado dibuja figuras imposibles, el público está entregado al baile. Merece la pena perderse en el bosque. Siempre quedará la sensación de que has estado poco tiempo en Basoa.

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Lasai era novedad este año, una nueva zona dedicada a los beats lentos y que servía bien de transición entre conciertos, descanso del baile o cómo romántico mirador puesto que, dada su ubicación las vistas sobre Bilbao tornaban espectaculares (Sobre todo al amanecer). La lentitud de los ritmos no se ajustó con las fuerzas y ganas que llevábamos, lo cual hizo que nuestro paso por la zona fuera por mera curiosidad y descanso, aun así damos todo el crédito a esta nueva propuesta que encumbra al BBK en una especie de nueva meca de la electrónica festivalera (Más allá de los grandes nombres y espacios). Que viva el buen gusto!

La jornada de Sábado transcurrió mucho más caótica si cabe. Si bien, las cosas interesantes de los festivales pasan en las zonas pequeñas, Bejo fue una de esas cosas. Con su flow lleno de desparpajo y combinando momentos de caña pistera o de perreo máximo su propuesta fue de las más aclamadas por el respetable, quizás lo políticamente correcto que hay en el indie de mierda esté catapultando las nuevas propuestas urbanas, mucho más frescas, desenfadadas y divertidas. Bienvenidas sean si tienen el buen hacer del canario. Sin ser un fan de la banda de dibujos animados de Damon Albarn, su concierto cerrando el escenario principal era ineludible. El show deja pocas dudas, el sonido a veces camino del nu-soul, del hip hop y el pop tiene picas fisuras y Damon sabe rodearse de buenos artistas y músicos (Benjamin Clementine se cantó un tema).

Con esto y Basoa termino un primer paso por BBK que se saldó con un sobresaliente alto. Recinto espectacular y organización a la altura donde, musicalmente disperso estuve, si, pero que cumplió con creces mis expectativas de diversión, siempre destacando Basoa como eje central del mismo. Creo que el año que viene la fecha estará marcada en el calendario. Larga vida al Norte!.