Viajar al Norte siempre implicará tener que preparar la maleta más complicada del verano. Estamos hablando de una región donde mar y montaña juegan en un patio de recreo de escasos 20 km. Donde la lluvia puede interrumpir cualquier conversación en cualquier momento y podemos pasar del frío más húmedo visto en la faz de la tierra al calor más abrasador con el sol en todo lo alto. Todos estos cambios térmicos suelen definir a la perfección lo que fin de semana en Arriondas pueden dar de sí durante la celebración del festival Aquasella.
Asistir a un festival desde el lado opuesto al que se está habitualmente, la pista de baile, requiere una mentalización especial. Las ganas de jarana siempre estarán latentes y el ansia de darte a la bebida y dejarte seducir por la masa danzante dentro del escenario El Bosque o el Main Stage del «prau» pueden jugarte una mala pasada. Solo puedo permitirme unos bailes lujosamente escogidos entre tantas horas tras un stand de reducción de riesgos en el consumo de drogas. Jan Blomqvist es uno de esos caprichos por los que firmarías un pacto con el diablo. 30 minutos de su set bastaron para calentarnos antes de la dura jornada que nos espera. Ya con la salida del cartel, se notaban vientos de cambio para este fin de semana; la gran cantidad de personas que canturreaban el directo de Jan me lo confirmaron.Pero todos los caminos del primer asalto nos llevan a ella.
Tras haberse terminado el tiempo de criticar cada movimiento en falso de Nina Kraviz, la opinión pública underground technoide tiene nueva diana donde arrojar sus dardos. la belga Amelie Lens desata pasiones entre la muchachada mientras el sector más elitista de la escena, el tocado por la varita de Kratfwerk clama a los cuatro vientos cual «bailaor» que ve pasar por su derecha a Rosalia y su apropiación cultural. Ya somos un poquito más como nuestros padres cuando nos miraban con cierto asombro llegando a las tantas de la mañana en nuestra adolescencia. ¿Es que vosotros no habéis sido jóvenes? Pues eso mismo; que lo normal antes de convertirse en un erudito tocado por la varita mágica de la Intelligent Dance Music, pasar las horas entre vinilos y sintetizadores modulares era pasearse por macrodiscotecas que no pisarías hoy ni aunque te pagaran escuchando un techno de calidad más que discutible. Y justo en ese hueco donde la presencia de djs como Amelie Lens es tan necesaria para que en España exista algún menor de 20 años que pueda estar medio interesado en meterse en un recinto durante 15 horas escuchando bombos a 135 beats por minuto. Amelie Lens es un producto perfectamente diseñado para esta función: Ascenso rápido, joven, extrovertida y con cierta tradición detrás. Necesaria porque es capaz de llenarte su zona, 12 horas después y hacer lo que la situación requiere: Zapatilla y a la tienda de campaña desfilando, mezclando con cierta solvencia incluso. Será cuestión de tiempo que ese chaval con la mandíbula en Covadonga ponga sus ojos en alguna cubeta de discos con la palabra Warp escrita en rotulador.
Laurent Garnier quizás sea otro juguete roto del clasismo technoide. Sus coqueteos con temas considerados mainstream por el respetable le han hecho descender del olimpo de los dioses y para muchos es ya poco menos que un dj para bodas y verbenas. Su set de 3 horas en el atardecer de Aquasella ha quedado en mi cabeza marcado como de lo mejor del año. Guiando la pista al ritmo de las olas que mecen a los bañistas de Gulpiyuri, Garnier nos regaló un set de progressive house justo cuando el sitio y el momento lo requerían. Aparcó la radiofórmula en su última hora para seguir jugando con los latidos del corazón haciendo muy difícil la vuelta al trabajo en el segundo día. Lo más esperado en el sitio más inesperado.
La noche pasa a golpe de folleto y conversación, el día se abre paso, nebuloso, entre las colinas. Tommy Four Seven arranca los penúltimos bailes a base de acid y bombos distorsionados; Los 135 bpm que dicen son perfectos para bailar. Ben Klock los bajó de 130, sólo algunos se han ganado el derecho a hablar de su libro sin más. Y es ya el tercer Aquasella al que sobrevivo y solo el año que viene por estas fechas podremos saber si no hay cuarto malo.