Ya está aquí la tan ansiada por unos y denostada por otros «Nueva Normalidad» que dice nuestro Presidente. Ya está aquí la tercera fase y ya tenemos aquí la nueva normativa que afecta por contenido y gusto al que suscribe: El bailoteo.
La penúltima noticia es que el tema guateque ni estaba ni se le esperaba en ninguna provincia y hasta nueva orden. Hoy mismo, se ha deslizado la posibilidad, presiones mediante parece, que los locales de ocio nocturno abran sus puertas en modo terrazita y sustituyan la ansiada pista de baile por un territorio de mesas y sillas abonado al gasto en botellas y reservados y que, por que no decirlo, cosméticamente podría suponer una distancia social, y decimos cosméticamente porque no se puede saber como puede terminar el invento.
Ocurre que en Madrid se juntan muchos factores que bien podrían servir para plantear una desescalada ajenas al ridículo y a la solución poco meditada. Se sabe que el virus de marras se comporta con una incidencia mayor en los espacios cerrados lo cual ya dota a la normativa de bomba de relojería patógena. Asimismo ocurre también que nuestra ciudad cuenta con una cantidad nada desdeñable de espacios amplios y abiertos, y no me refiero a los ya archiconocidos Parque de Tierno Galván o Paraninfo de Ciudad Universitaria, viejos conocidos del alma fiestera capitalina. Cada barrio dispone de metros cuadrados de parques ciertamente desconocidos, Juan Carlos I, Las Cruces, El Capricho, Parquesur, etc. Los cuales fueron recuperados para la causa por Manuela Carmena, que desarrollo en ellos parte de la programación estival «Los Veranos de la Villa», precisamente para dar visibilidad a estos nuevos espacios. Tenemos también en la ciudad promotores y organizadores de eventos de demostrada reputación en organización de saraos en exteriores y que a buen seguro bien podrían adaptar su buen hacer a las circunstancias sanitarias. Nos faltaría el último vértice de la figura: La clase política y gestora, que adolece en este caso de una falta de imaginación, por no decir de interés.
Nuestros políticos municipales han decidido salvar el sector servicios y de ocio nocturno, el principal afectado a nivel local de las restricciones, pero poco. Quieren una «Nueva Normalidad» pero con la visión y las ideas de la vieja normalidad, y si algo quedó claro en estos 2 meses de encierro es que ya no va a valer con las soluciones existentes y tendremos que tirar hacia adelante con soluciones y proyectos nuevos: Imaginación. Imaginación no por parte del empresario nocturno que se ha devanado los sesos en implementar un protocolo que habrá servido para calzar alguna mesa en la concejalía de turno. Imaginación, no por parte del artista de a pie que ha activado todas las palancas a su alcance bien en concierto de streaming o autocine. Malas noticias, ese formato no va a funcionar porque choca frontalmente con el objetivo y la naturaleza de esos eventos. Necesitaríamos por tanto una nueva alternativa.
Y chocamos frontalmente con lo que piensan los gestores. Quieren recuperación en V del sector servicios pero sin sacrificar nada, por eso las ansiadas terrazas no le han robado ni un cm2 al coche en lo que sería una medida de garantías tanto para el disfrute de la cerveza a la adecuada distancia recomendada cómo para que los hosteleros pudieran abrir a todo tren. Y ahora quieren recuperar el ocio nocturno, robándole el espíritu, y jugando a la ruleta rusa del rebrote usando el espacio cerrado sin intentar aprovechar de ninguna forma todo el espacio público al aire libre, y más seguro a voces de los expertos, pero no parece que la cuestión vaya a ir por esos derroteros, cuestión de prioridades supongo.
Queda claro mi poca pasión por esta normalidad, acatada más por términos de salud pública que por pasión propia. No me convence ni el festival por Instagram Live, ni el parkineo en el Autocine ni las pistas de baile convertidas en salones del té. ¡No te gusta nada Juan Galán! Por eso hay que reiterar que el retorno o será Rave o no será.