Todo lo que querías saber de Nina Kraviz (Y del Dekmantel) y no te lo contaron

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Y que de toda la pléyade de artistas que pasaron durante 3 días por ese paraje idílico en el que se convierte Amsterdamse Bose cada vez que se celebra una edición del Dekmantel, cada primer fin de semana de Agosto, el único rumor que haya llegado al Sur de los Pirineos sea un video protagonizado por la rusa reina del amor odio. Por eso es de justicia traer a estas páginas la visión de un servidor. Permíteme que te relate lo de Nina y lo que ocurrió durante las otras 50 horas restantes.

Precisamente con la siberiana toca comenzar el relato. Y no por nada especial, simplemente era la encargada de poner el pistoletazo de salida a la edición 2017 del festival llamado a convertirse en la referencia de la electrónica seria. Nina Kraviz compareció en una de las zonas con encanto: Selectors y bajo el sauce llorón desplegó un sin fin de ritmos discos. He aquí el pecado de la rusa: Ser menos Nina que nunca, justo lo contrario de lo que la ocasión y el escenario requerían. Ella, no fue ella y se perdió en un batiburrillo de discos rayados y mezclas a capón. He aquí donde se equivoco; al querer emular lo tantas veces visto en manos de especialistas del estilo y los tiempos del bosque (Como bien hizo el siempre ezcelso Motor City Drum Ensemble), y alternativas tenía como demostraría Marcel Dettman 24 horas después en esa misma plaza planteando un set de techno pausado, industrialismo y pop electrónico. Podríamos decir que Marcel si supo a Marcel y Nina se quedó por el camino.

Quizás por ello, y sabiéndose perdedora de la batalla, se lanzó a ganar la guerra ante todo el mundo. Y lo hizo con la mejor de las intenciones: en la Boiler Room y desplegando una línea argumental más ajustada a lo que es su estilo habitual. Sonó techno, ghetto house, ahora más duro, ahora más soulful. Clásicos atemporales como Levont Vicent o el Minus Orange de Richie Hawtin; completó algo más de una hora de set ¿Con fallos técnicos? Muchos, casi tantos como tendría Blawan dos días después en ese mismo auditorio. Porque nos hemos acostumbrado a la perfección digital, al subidón medido con escuadra y cartabón que protagonizan aquellos que esconden su mirada tras un Macbook Pro Retina y nos cuesta volver a la esencia del acetato donde el viento si importa y el trabajo oscuro, que no se ve, el que se realiza en casa rebuscando entre las cajas y cuidando el material no es todo lo bien valorado que se merece. Y hasta aquí todo lo que hay que decir sobre Nina; adentrémonos en el bosque de los sueños.

Continuando con el accidentado inicio en la zona Selectors, un desconocido (Para mí) Central ya animaba el cotarro de la zona Greenhouse, más conocida como el invernadero (Por razones obvias) a base de UK Garaje y 2step. Dos temas más tarde y ataviado con una camiseta de Moog, Byron The Aquarius desplegó una sesión de house clásico de alta intensidad. El discípulo de Theo Parrish no se dejó seducir por el aura Disco que suele impregnar Dekmantel en sus mañanas y puso al personal a dar saltos a base de grooves espaciados con aire neoyorquino.

La inauguración del Main Stage, pantalla LED y Funktion One presentes, la haría a cargo de Omar-S. uno de los imperdibles del Viernes se mostró de lo más errático y no cuajó su mejor tarde. Se perdió en numerosos tramos de su set en un tech house que bien podría haber facturado Kenny Dope en su nueva etapa como amigo de Loco Dice. Solo al final de su set consiguó dar una sensación de despuegue, incluyendo algún aroma disco y Detroit en su set; demasiado tarde.

Job Jobse y Midland cambiaron el tercio por completo y endurecieron el asunto, viajando en melodias y ritmos más electrónicos muy en la linea de las producciones que están sacando. Se pudo escuchar su Blush y la linea del set fue por ese camino.

Tony Allen y Jeff Mills comparecían en la Greenhouse en otra de las llamadas actuaciones estelares del día, no obstante, las marcianadas y el afrobeat no cuajaron del todo con el atardecer y las ganas de menear el esqueleto y tocó inaugurar la última zona del festival que quedaba por pisar: La zona reservada a los sonidos más duros, la carpa UFO donde Talismann, el alias más techno de Makam, repartía cera de la buena a base de bombos concretos, minimalismo y graves zumbones con un sonido a caballo entre el minimal techno de 2007 y las producciones de Basic Channel, para muestra su «Mars Wars» sonando a todo trapo en la carpa. Rápido, breve y conciso el live del holandés.

El cierre elegido iba a ser Robert Hood, que para las cosas serías aun no se lleva a Lyric a su lado. planteó un set que contentó al más farandulero, The Bells y Good Life mediante, cómo al más carpetilla, incluyendo un sintetizador modular con el que regaló varios tramos cosmicos y technoides a la galería. Solemos salir de los sets de Robert sin demasiada cara de sorpresa, pero hay que decir que aun poniendo más o menos lo de siempre si salimos de la zona con la sensación de haber vivido algo medio diferente.

Obviando la ya comentada sesión con mayúsculas del residente del Berghain Marcel Dettman, el Sabado comenzó en ese mismo escenario con el techno bien entendido de otra rusa, esta vez Inga Mauer quien ya bien entrada la tarde, subía el pistón y las pulsaciones de la pista de baile mientras sonreia botella de champagne en mano. Interestellar Funk recogió el testigo con un techno macarra e industrial, con toque algo melócidos y muy alejado de la luminosidad house con la que abrió la Greenhouse en 2015. Tras esto, la cita era obligada a la zona principal. Floating Points estaba en la cancha y aunque las voces auguraban un set lleno de Bossa Nova y cumbia, pero Sam Shepard es un maestro en lo suyo y cuando piso el verde suena minimal techno de sabor añejo:

Floating Points ya había salido a hombros en uno de los conciertos inaugurales y en esa ocasión se movería del techno al house, del house al techno y del techno al disco con una soltura increíble. Un set para el recuerdo. La intensa lluvia hizo aparición en Amsterdam, encerrándonos debajo de la estructura y haciéndonos presenciar buena parte del directo de Jon Hopkins, muchisimo menos intenso que el visto en el Sonar de este mismo año.

El cierre de esta jornada estuvo a caballo entre el misticismo y cosmiqueo de Vladimir Ivkovic y la lección de electro, acid techno y italo-disco a las que nos suele tener acostumbrados I-F, que cerraría la zona Boiler Room: No se puede hacer más en menos tiempo, y el recorrido por diferentes estilos de electrónica fue de padre y muy señor mío.

El Domingo quizás era el día grande. Tocaba darlo absolutamente todo en un día que comenzaba con el omnispresente Motor City Drum Ensemble en la zona Selectors a base de rarezas disco y en ocasiones bromeando con el escenario haciendo que buscaba joyas entre el atrezzo de la zona.

Shanti Celeste se confirmó en la main stage aportando toques Chicago en su sesión de house que hizo las delicias de los que bailaban al sol. Compactó un muy buen set siempre basado en sonidos del otro lado del charco. Y de chica a chica y tiro porque me toca; si Dekmantel ha mostrado un nivel femenino sobresaliente, quizás el Domingo fuera el dñia donde ellas sobresalieron. En el invernadero, Lena Willikens desarrollo un set maestro a base de techno espeso y rugoso, incomodo como decían algunos, sin terminar de romper en ningún momento y que te mantenía tensionado hasta el final. Horas mñas tarde, en ese mismo escenario, la alemana Helena Hauff se encumbraría regalando una batería de electro y techno a 140 bpm solo apto para cualquiera que quisiera quemar zapatilla. Coqueteando con el acid y el hardcore la alemana fue la absoluta vencedora de la edición del Dekmantel y aún tuvo fuerzas para regalar otra barbaridad cerrando la Boiler Room.

La visita del día a la zona UFO la hicimos bajo la batuta y banda sonora de una de las nuevas caras venidas a darle un toque fresco al techno europeo: Dax J. Lo que ocurrió esa hora y media en la UFO fue una auténtica salvajada. Al intensisimo calor, el humo y los vikingos de dos metros sin camiseta, se añade una sesión de hardtechno con todas sus letras, casi sin respiro y que dejó sin fuelle y energía a más de uno.

En el mainstage Larry Heard o si prefieres, Mr. Fingers comparecia tras una gran mezcladora, microfono y 2 ordenadores portatiles para revisionar su trayectoria a través de la historia de la musica House desde los años 80 hasta la actualidad. Acompañado en las vocales por Mr. White consiguió un directo sobresaliente y que no riñó para nada con el baile. Un ejercicio de hedonismo que culminó con el atardecer y sus himnos más representativos: The Sun Can’t Compare y Can You Feel It. Con ellos pude vivir uno de esos momentos de simbiosis donde todas las piezas posibles del puzzle encajan a la perfección. La luz del atardecer, las miradas felices, las sonrisas y el musiconazo que desplegó el de Chicago regaló uno de esos momentos que te hacen recordar el por qué hacerse miles de kilometros y invertir una cantidad importante de dinero en esto que algunos llaman solo música.

No quedaba otra que cerrar el festival de la mano de dos de los super clases del momento: Objekt y Call Super se la sacaron de manera desmesurada: Mezclaron el dub, el reggae, el disco y incluso el jungle con una facilidad insultante. Pusieron las Selectors del revés a base de temas de mezclas imposibles y temazos como Hardfloor y esta joya pop:

Para culminar la sesión y el festival, nada más y nada menos que el «Crystal Waters», un broche de oro ideal para una edición que ha superado con creces cualquier tipo de expectativa y que no hace si no contar los días, uno menos ya, para la edición del Dekmantel 2018.