Un día para la gloria

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Si más o menos has seguido mi historia reciente sabrás que, motivos ajenos a mi voluntad, una lesión relativamente grave me ha dejado fuera de los terrenos de juego durante algo más de 3 meses. Cosas del tiempo, que lo cura casi todo, del reposo y del trabajo de médicos y fisioterapeutas, a día de hoy, puedo, y ya es algo, arrastrarme por la ciudad en busca de uno de esos Sábados que piden a gritos ser relatados.

Es habitual que un buen día empiece soleado. No tanto es que empiece un Sábado a las 9 de la mañana, pero el motivo en primera instancia es apetitoso. Eric me saluda en la puerta del espacio de coworking Espiritu 23 en el, rozando el anodismo, barrio de Malasaña. En una amplia cava con paredes de ladrillo visto y luz led blanca, Antonio Chavez y Dj F, propietario de Recycled , otrora meca del vinilo electrónico de segunda mano, daban las últimas pinceladas técnicas. Comenzaba puntual el Taller de Armonía aplicada a la música electrónica. 7 horas por delante en las que a modo introductor íbamos a desgranar modos, escalas y acordes. 7 horas que sirvieron para dar nombre y ciencia a lo que todos hemos llamado alguna vez con un sencillo «pues suena bien». 7 horas para asentar una base teórica sobre ese complejo entramado llamado armonía; creo que todo lo aprendido me hace poner un punto y seguido en mi proceso creativo como productor electrónico. No puedo hacer otra cosa que invitarte a visitar la página de Facebook de Recycled Music Center para que revises la gran cantidad de talleres que organizan. Vasco Ispirian dará el siguiente: Diseño sonoro con Ableton Live. Seguimos.

Sorteo despedidas de soltera, turistas y paseantes rumbo al siguiente hito del día: Conocer Riverette, la tienda de discos de la que todo el mundo habla. ¿Excusa? Jackwasfaster desarrollará en su interior un live con sus máquinas. En un coqueto en la trasera de Gran Vía, la prostitución y la heroína han dejado paso al brunch y las copas caras; en un pequeño local de dos plantas, que abre su corazón con grandes ventanales se agolpan unas 30 personas. El sonido del bombo invita a entrar. Preocupa que pueda molestar, pero el río (musical) sigue su camino con color a cerveza y aroma oscuro. Se nos hace corto, y aun alargamos la conversación antes de partir rumbo al metro desde la calle Puebla 9.

22:00, Sala Moby Dick, reformada recientemente (Sus barra ahora es central y incomoda a la hora de bailar en un concierto). Humo en el escenario y atención en la platea. Jessy Lanza comienza a disparar samples y loops desde sus máquinas al mismo tiempo que envuelve con su voz a los presentes. Se mueve con soltura, abandona la zona de confort de su teclado y sale a cantar a puerta gayola. Vuelve, encandila, nos seduce, nos hace gritar, aplaudir y nos vuelve a seducir. Nos canta su último LP Oh No, lo intercala con temas añejos y ya casi atemporales. Nos abandona, 50 minutos que se han hecho claramente insuficientes, demasiado. Hemos pagado una cantidad de dinero reseñable y por eso decepciona y mucho la marcha de la canadiense por la puerta lateral que da, creo, acceso a los camerinos. Quizás aun no tenga mucho más que ofrecer, puede que sea eso.

Casi sin alientos y sin pies, Moroder Club marca el punto y seguido a un día que sirve para recuperar aquellas sensaciones que parecían perdidas. A enterrar el mal sueño de las 4 paredes y volver a caminar resuelto por las calles de mi ciudad. Brindemos por estas líneas, por volver a tener algo que contar.

Foto: Setup de Jessy Lanza, extraida del Facebook de Moby Dick